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  • Oficios de la Plaza Santo Domingo: resistencia en tiempos pandémicos

    Entre comercios te ves

    En los arcos de la Plaza de Santo Domingo, frente a la enorme fuente con la figura de Josefa Ortiz de Domínguez, que sentada atestigua el paso del tiempo, se encuentran los comercios y las imprentas que le han dado una característica particular a esta plaza. “¡Pásele, güerita!; ¿Qué está buscando?; ¿En qué le puedo ayudar?; ¡Chéquele sin compromiso!, “Tenemos invitaciones, vasos, lo que guste”. A buen precio. Pregunte sin compromiso,” son algunas de las interpelaciones que hacen los comerciantes, para abordar a los clientes que caminan por ahí.

    Sobre el largo pasillo, al cruzar los arcos de la construcción que data del siglo XVI, se ubican los negocios de imprentas. En la entrada de éstos se advierten los apellidos de las familias que han dejado la herencia de este oficio. Frente a estos negocios se encuentran pequeños kioscos que también ofrecen servicios de imprenta. Y es que a lo lejos se vislumbra una mercadería de colores y negocios, pero al acercarse uno puede percatarse de que son pocos los que permanecen abiertos.

     

    El trabajo de imprenta responde a toda una lógica mecánica de reproducción de textos e imágenes que ya no sólo van en papel, también van en tazas o vasos o floreros que se ofrecen en las fiestas mexicanas de larga tradición, como los bautizos, quince años y bodas, en las que, además, no faltan las invitaciones de papel floreado–que se vuelven colecciones entre los archivos de madres y abuelas, que las resguardan con el recelo del recuerdo de aquella ocasión–. La imprenta trajo consigo, sin duda, toda una revolución cultural.

     

    Efectos pandémicos en la imprenta de Maricarmen: “he resistido porque es un negocio noble.”

     

    Para Maricarmen Ramírez, de 53 años, la pandemia no ha sido fácil. Su testimonio coincide con el de Jesús, ya que su trabajo se ha visto afectado por las bajas ventas. Al respecto, comparte a Once Noticias que lleva 35 años en el oficio de las imprentas: “empecé a los 17 años. Antes estaba en el número 10 y ahora tengo aquí mi negocio. Igual y aquí ya es mi última semana. Mi taller lo tengo en la esquina de ahí, en Brasil 29, planta alta.”

     

    Comparte que han seguido trabajando, aunque sí tuvieron que cerrar, “ahorita vamos a seguir laborando un tiempo, mientras podamos mantenernos.” Maricarmen, con su particular amabilidad y sus ojos sonrientes, afirma que ella empezó por su familia. “Yo sólo iba a cubrir a mi mamá por una semana, y mira que ya me quedé 35 años. Ahora en septiembre ya cumplo eso oficialmente.”

     

    Afirma que ella quiere mucho a su negocio. Lo considera un negocio noble por eso ha resistido a los embates de la pandemia, aunque le ha afectado bastante “porque no hay eventos, no hay fiestas, no hay trabajo. Así de simple.” Sin embargo, afirma:

     

    Yo siempre he dicho que es un arte. Bendito sea Dios me dio de comer. En algún momento pude hace pesos que fue con lo que me pude sostener esta pandemia, pero ya se me acabó. Estoy como mucha gente con una mano por delante y por detrás. Es noble porque, aunque sea un trabajito te cae. Yo ofrezco de todo. Siempre hay alguien que necesita una lonita, unas tazas, unos volantes. Es con lo que vengo cascareando, para poder trabajar. Porque vienes sobreviviendo. Ya no te mantienes como se debe, ahora sobrevives. Mientras podamos juntar para la renta, pero cuando ya no, nos iremos como mucha gente, que se está deshaciendo de sus negocios.

     

    Maricarmen, al igual que Jesús, coincide en que la tecnología es una constante amenaza para su oficio:

    Ahorita como todo se elabora por internet, ya no tenemos tanto trabajo como lo teníamos antes. Ya todo es por internet y la gente lo hace desde su casa. Que, si van a tener una fiesta, mandan la invitación por correo o por el celular. Ya no hay tanto. Mi fuerte son las invitaciones, vasos. También la papelería: notas, facturas, volantes, sellos, lonas. Hacemos productos de bodas, XV años, bautizo, vasos, flyers, lonas, termos. No puedo tener aquí todo lo que hago, pero hacemos muchas cosas”

     

    Al igual que Jesús o que otros de sus compañeros comerciantes, ella vive lejos: “vivo en Ecatepec, por donde pasa el Mexicable. Vengo todos los días. De lunes a sábado. Bueno, con el nuevo reglamento es de martes a sábado.”

     

    Comparte a Once Noticias, con un tono de confesión jubilosa, que ella ama mucho a su trabajo:

    Es una belleza. Todos los días te da algo nuevo, algo diferente. Aparte no es lo mismo de una empresa o fábrica, que haces todos los días lo mismo. Hubo días que eran de locura que andabas corriendo, de arriba ‘pa’bajo’. Ahora son días muy tranquilos, pero siempre son días muy diferentes. Es una belleza porque le das un poquito de tu corazón en cada cosa que imprimimos y hacemos. Me gusta mucho mi trabajo. Me da mucha tristeza que se nos está acabando nuestra fuente de trabajo.