La (in)visibilidad de la pérdida de alimentos

La pérdida y desperdicio de alimentos es un problema mundial. Se estima que a nivel global se desperdicia un tercio de la comida producida para consumo humano. Las consecuencias se reflejan no solo en la economía, particularmente afecta los recursos naturales que son utilizados para crecer, procesar, empacar, transportar y vender la comida. 

En México, según la SEDESOL, se desperdicia el 37% de los alimentos que se producen, o sea 10 millones 431 mil toneladas de alimentos al año. Los alimentos que más se desperdician en el país son: pescados y sardinas, nopal, guayaba y mango. 

http://www.sedesol.gob.mx/boletinesSinHambre/Informativo_02/infografia.html

 

¿Cuáles son las causas? 

 

El mal clima, los problemas de procesamiento, la sobreproducción y la inestabilidad de los mercados provocan la pérdida de alimentos mucho antes de que lleguen al supermercado, mientras que la sobrecompra, la mala planificación y la confusión sobre las etiquetas y la seguridad contribuyen al desperdicio de alimentos en las tiendas y en los hogares. 

 

Existen dos tipos principales de alimentos desperdiciados: la pérdida de alimentos y el desperdicio de alimentos. La pérdida de alimentos es la categoría más grande, incorpora cualquier alimento comestible que queda sin comer en cualquier etapa. Además de los alimentos que no se consumen en los hogares y las tiendas, se incluyen los cultivos que se dejan en el campo, los alimentos que se estropean en el transporte y todos los demás alimentos que no llegan a la tienda. La segunda categoría es la comida que se deja medio comer en un restaurante o en una casa. Se estima que el promedio de comida desperdiciada es del 17 % de comidas sin comer y 55% de las sobras comestibles que se quedan en el restaurante.  

 

Si es un problema de escala mayor, ¿por qué pareciera que causa tan poca indignación? 

Grounding (2020)

 

En octubre del año pasado, 29 toneladas de zanahorias fueron vaciadas afuera de las instalaciones del centro para el arte contemporáneo de la Universidad de Goldsmiths, en Londres, Inglaterra, una universidad conocida por sus inclinaciones artísticas y progresistas. 

 

Al inicio del día, algunos estudiantes registraron con sus celulares el arribo de un camión el cual vació las toneladas de zanahorias. Ante la incertidumbre provocada por no saber si se trataba de una instalación artística, una protesta o un mero accidente, las críticas empezaron a circular en las redes sociales. 

 

“¿Esto es arte?” ,“¿Se necesitan tantas zanahorias para hacer una obra de arte?”, “¡Es una obra de arte increíblemente derrochadora!”, se leía en varios tweets. 

 

Al poco tiempo se aclaró que era una intervención de sitio específico del artista español Rafael Pérez Evans, alumno de la maestría en Bellas Artes, cuyo objetivo era precisamente evidenciar la pérdida de alimentos: consiguió las 29 toneladas de zanahorias frescas no deseadas, es decir, que se consideran inadecuadas para su venta en los supermercados por los distribuidores de alimentos del Reino Unido. La pieza retoma el gesto de protesta de los agricultores europeos, quienes ante la sobreproducción de alimentos, los han vertido afuera de edificios gubernamentales ante su disconformidad. “Esta devaluación a menudo produce una invisibilidad forzada, que es correspondida por los agricultores que crean gestos hipervisibles al deshacerse de sus productos devaluados”, afirma el artista en su sitio web. Las 29 toneladas de vegetales fueron recolectadas después de la exhibición y fueron enviadas para convertirse en alimentos de animales de granja. 

Durante la pandemia de COVID-19, los agricultores perdieron una parte importante de su negocio debido al cierre de restaurantes y comedores escolares. Esto los llevó a la decisión de arar cultivos comestibles y verter hasta 3.7 millones de galones de leche por día en los campos en lugar de pasar por el costo adicional de cosechar y procesar productos que no podían vender.

 

Los agricultores están supeditados a las condiciones de mercado y éste a menudo los orilla a desechar los alimentos comestibles. Por ejemplo; si el precio de los productos en el mercado es más bajo que el costo del transporte y la mano de obra, a veces los agricultores dejarán sus cultivos sin cosechar. 

 

En ese sentido, la pieza de Pérez Evans es efectiva en visibilizar algo que a menudo pasa desapercibido. Hasta que los vegetales fueron puestos en un sitio fuera de contexto, los usuarios comenzaron a expresar su enojo e indignación. Pocas veces se ven gestos solidarios de la población civil con las injusticias que sufren los agricultores ante las imposiciones del mercado. 

 

Estudios del Banco Mundial estiman que el cambio climático llevará a la pobreza a entre 68 millones y 135 millones de personas para el 2030. Si bien los Bancos de Alimentos surgen como una solución para remediar el mal, habría que cuestionar los alcances que éstos tienen ante la ausencia de mecanismos legales que obliguen al mercado a repensar las prácticas y consecuencias que la pérdida de alimentos tiene en el medio ambiente. Cabe señalar, que también tendría que educarse al consumidor a eliminar la obsesión estética que rige -también- a los alimentos o de lo contrario son considerados “feos” para llegar a los almacenes de los supermercados. 

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