Luis May, escultor y ceramista yucateco, pasó los últimos tres años buscando un color perdido.
El azul maya es un pigmento prehispánico que tiñó murales de Chichen Itzá o Bonampak.
Su técnica de elaboración se perdió hace siglos.
Podía buscar un amarillo, podía buscar un naranja, un rojo, un negro; casi todos los colores que manejaron los antiguos mayas podía tenerlos a mi alcance, a excepción del azul. Y ahí nace mi inquietud por buscar el azul”, expresó Luis May, escultor y ceramista maya.
Primero siguió el rastro de la planta ch’oj, de la que se obtiene la tinta. Buscó su imagen en Internet, rascó en la memoria de los ancianos mayas y en senderos yucatecos.
Estaba más cerca de lo que creía: en febrero de 2019 la encontró en el jardín de la casa de cultura en Cobá, Quintana Roo, donde trabaja.
Me percato que había una planta cerca de una palma, muy parecida al ch’oh. Me acerco, la examino y le tomo fotos. Se lo envié a este botánico para verificar si la planta que había encontrado era el ch’oh. Y sí, efectivamente, me da positivo y me dice: sí es”, dijo Luis May.
Luego halló el mineral palygorskita, que encontró por casualidad en una fosa de su natal Tzalam. Así logró asemejar ese color olvidado que resiste el sol, el tiempo y las conquistas.
Mi propósito principal es impregnar mi obra artística con los colores de mis ancestros. Y pues últimamente he estado haciendo pequeñas cerámicas donde yo ocupo el azul y lo pigmento”, agregó el escultor.
Usted y todos podemos seguir su trabajo en la cuenta de Facebook Luis May.
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