¿Por qué China insiste en conservar su política Cero COVID?

La pandemia vino a cambiar estilos de vida de los seres humanos y de naciones completas. Como ejemplo de ello, tenemos al gigante China que, pese a las reducciones de contagio, el país apenas comienza a pagar las facturas por los costos que generó el confinamiento para la ciudad y sus residentes.

Tomando en cuenta que la variante Ómicron tiene una baja tasa de mortalidad entre los vacunados y que gran parte del resto del planeta se convenció de cambiar sus estrategias, desde los confinamientos a restricciones a los movimientos e inmunización masiva, los críticos se preguntan las razones de que la política Cero COVID de China haya llegado para quedarse.

¿De qué trata esta política?

La estrategia “Cero COVID” estipula el confinamiento de barrios o ciudades tras la aparición de casos de COVID, una cuarentena para las personas positivas y pruebas masivas, incluso, si las personas positivas son asintomáticas.

En varias ocasiones Li Bin, viceministro de Salud de ese país, ha declarado a la prensa que se trata de “una arma eficaz para prevenir y controlar la epidemia”, en China, donde viven mil 400 millones de personas.

La OMS dice que ese método es insostenible

Ante todo y, como se ha dado a conocer previamente en Once Noticias, el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), catalogó la actual política anticovid de China, “insostenible”.

Tedros Adhanom Ghebreyesus, jefe máximo del organismo internacional, aseguró que le había expresado su postura a las autoridades del gigante asiático y agregó creer que “un cambio” (en la política anticovid de China), sería bastante importante. 

“Cuando hablamos de la estrategia de cero COVID, no creemos que sea sostenible teniendo en cuenta el comportamiento del virus hoy y lo que anticipamos para el futuro”, dijo Adhanom.

Sin avisar

Cuando se produjo el primer brote de COVID-19, a fines de 2019, en la ciudad china de Wuhan, el país no estaba preparado para la irrupción de una enfermedad de esas dimensiones.

Si bien en 2002 se había creado el Centro Chino para el Control y Prevención de Enfermedades, nunca se consolidó ni tuvo la oportunidad de funcionar con eficiencia, a pesar del brote del Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS) del año siguiente.

Así, cuando llegó COVID-19, con su tasa comparativamente más alta de mortalidad, el gobierno chino no tuvo muchas más opciones que adoptar un modelo de tiempos de guerra, cerrando la ciudad y movilizando recursos adicionales (incluido personal médico) para una emergencia.

De esta manera, el confinamiento de Wuhan, que duró 76 días, resultó vital en esas circunstancias. Pero si China hubiera contado con un sistema de respuesta a brotes de enfermedades basado en la epidemiología, es probable que se hubiera podido evitar las restricciones más severas, o al menos acortarlas de manera considerable.

En el tiempo transcurrido desde la pandemia de COVID-19, China ha desarrollado e implantado el mismo sistema para todo el país, que incluye pruebas y seguimiento de contacto de manera regular, cuarentenas centralizadas y el uso de big data para evitar la propagación del virus de una ciudad a otra.

Como lo saben los residentes de Shanghái, aunque estas medidas no han eliminado la necesidad de imponer confinamientos, sí se han permitido cierres más limitados y focalizados. Incluso, si la economía de Shanghái se ve afectada, el resto de China sigue funcionando.

Estimaciones de algunos expertos plantean que, con base en evidencia de Estados Unidos y Hong Kong, China podría enfrentar una ola de entre 200 y 300 millones de infecciones sin intervenciones no farmacéuticas (INF). Incluso, contando con la capacidad de movilización del gobierno, muchas regiones se verían impotentes para abordar un aumento de tales proporciones en los casos que broten.

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